viernes, 28 de julio de 2023

¿Sirve de algo El Gobierno?


Imagina un tiempo antes de los reyes, presidentes o primeros ministros, incluso antes de la formación de cualquier tipo de sociedad o civilización. Esto es lo que los filósofos llaman un estado de naturaleza. En este intrigante experimento mental, las personas vivían libremente, sin reglas o leyes formales que los limitaran o gobernaran. Pero, ¿cómo sería realmente este estado de naturaleza?

Para el filósofo del siglo XVII, Thomas Hobbes, el estado de naturaleza es visto como una auténtica guerra de todos contra todos. Según su perspectiva, la naturaleza humana básica es el miedo, la inseguridad, la muerte y la agitación constante. Desde esta perspectiva aterradora, las personas se encontraban en un estado de peligro y conflicto continuo, lo que llevó a la conclusión de que era necesario poner fin a esta situación insostenible.

Para resolver este estado caótico y peligroso, las personas en el estado de naturaleza decidieron ceder algunos de sus derechos básicos a una entidad soberana que pudiera mantener el orden y establecer un marco legal y normativo. Hobbes se refiere a esta entidad como el "Leviatán". De esta manera, se formaría un gobierno que tendría el poder y la autoridad para promulgar leyes y garantizar la seguridad y protección de los ciudadanos.

Por ejemplo, si alguien en este estado de naturaleza se sentía frustrado y desesperado debido al robo constante de sus pertenencias, el Estado, como representante del Leviatán, podría intervenir para promulgar leyes que protegieran sus bienes o ayudaran a obtener una forma de compensación. Esta protección era esencial porque, además de asegurar el bienestar individual, el mantenimiento de la ley y el orden disminuía la ansiedad constante que reinaba en el estado de naturaleza.

En contraposición a la visión de Hobbes, encontramos al filósofo francés del siglo XVIII, nacido en Suiza, Jean-Jacques Rousseau, quien presenta una perspectiva diferente sobre el estado de naturaleza. Para Rousseau, este estado no es un escenario caótico y violento, sino más bien una condición en la que el ser humano es independiente, solitario y pacífico.

En el pensamiento de Rousseau, la verdadera naturaleza del ser humano es más benevolente, y las personas serían más felices y virtuosas sin la presencia de un gobierno que los controle y restrinja. De hecho, Rousseau consideraba que el surgimiento de la agricultura, la propiedad privada y la división del trabajo fue lo que llevó a la aparición de desigualdades y tensiones sociales. La disparidad en el acceso a los recursos generó envidia y hostilidades entre las personas, quienes comenzaron a ser conscientes de su limitada situación material y su falta de movilidad social ascendente. En este sentido, Rousseau afirmaba que "El hombre nace libre y en todas partes está encadenado".

A diferencia de Hobbes, Rousseau rechaza la noción de que un gobierno autoritario sea la solución para los problemas del estado de naturaleza. Para Rousseau, el modelo hobbesiano conduciría al despotismo, en el cual las personas se verían obligadas a depender de una tercera parte para satisfacer sus necesidades básicas y no tendrían una elección genuina en la selección de sus líderes. En cambio, Rousseau sostiene que las personas deben ceder parte de su poder y derechos de manera voluntaria para asegurar la igualdad entre los ciudadanos y el bienestar común.

En este contexto, Rousseau aboga por un contrato social en el que los individuos consientan ser gobernados y regulados, pero de una manera que se preocupe por el bienestar general en lugar de favorecer solo a unos pocos. Este contrato social implicaría que las personas sigan una regla de ley que ellas mismas aceptarían cumplir de manera espontánea. En otras palabras, el gobierno y las leyes surgirían del consentimiento libre y consciente de los ciudadanos, y su objetivo principal sería garantizar la igualdad y el beneficio colectivo.

Para Rousseau, la existencia de un gobierno y una sociedad organizada representa una especie de "unfreedom" (falta de libertad) y opresión para los individuos. En su visión, la auténtica libertad reside en el estado de naturaleza, donde las personas pueden vivir según sus propios términos sin las restricciones impuestas por la sociedad organizada.

En resumen, mientras que Hobbes y Rousseau concuerdan en que el estado de naturaleza carece de moralidad y conlleva desafíos, difieren significativamente en cómo abordar esta situación. Hobbes aboga por un gobierno fuerte para evitar el caos y la inseguridad, mientras que Rousseau defiende una sociedad más igualitaria y basada en el consentimiento libre de los individuos. La pregunta final es: ¿Quién tiene razón? ¿Es necesario que las personas sean mantenidas bajo control o deberían mantenerse libres para hacer lo que deseen? Esta interrogante continúa siendo una fuente de debate y reflexión en el pensamiento político y filosófico hasta nuestros días.

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